domingo, 28 de febrero de 2010

ALDEBARÁN...Miguel de Unamuno





LEÍDO por ROSA IGLESIAS




ALDEBARÁN



Rubí encendido en la divina frente,
Aldebarán,
lumbrera de misterio.
Perla de luz en sangre,
¿cuántos días de Dios viste a la tierra
mota de polvo
rodar por los vacíos
rodar la tierra?
¿Viste brotar al sol recién nacido?
¿Le viste acaso, cual diamante en fuego,
soltarse del anillo
que fue este nuestro coro de planetas
que hoy rondan en su torno,
de su lumbre al abrigo,
como a la vista de su madre juegan,
pendientes de sus ojos,
confiados los hijos?
¿Eres un ojo del Señor en vela,
aunque siempre despierto,
un ojo escudriñando las tinieblas
y contando los mundos
de su rebaño?
¿Le falta acaso alguno?
¿O alguno le ha nacido?
Y más allá de todo lo visible,
¿qué es lo que hay del otro lado del espacio?
Allende el infinito,
di, Aldebarán, ¿qué resta?
¿Dónde acaban los mundos?
¿Todos van en silencio, solitarios,
sin una vez juntarse;
todos se miran a través del cielo
y siguen, siguen,
cada cual solitario en un sendero?
¿No anhelas, di, juntarte tú con Sirio
y besarle en la frente?
¿Es que el Señor un día
en un redil no ha de juntar a todas
las celestes estrellas?
¿No hará de todas ellas
una rosa de luz para su pecho?
¿Qué amores imposibles
guarda el abismo?
¿Qué mensajes de anhelos seculares
trasmiten los cometas?
¿Sois hermandad? ¿Te duele,
dime, el dolor de Sirio,
Aldebarán?
Si es tu alma lo que irradia con tu lumbre,
lo que irradia, ¿es amor?
¿Es tu vida secreto?
¿O no quieres decir nada en la frente
del tenebroso Dios?
¿Eres adorno y nada más que en ella
para propio recreo se colgara?

……………………………

¿Siempre, solo, perdido en lo infinito,
Aldebarán,
perdido en la infinita muchedumbre
de solitarios…
sin hermandad?
¿O sois una familia que se entiende,
que se mira los ojos,
que se cambia pesares y sentires
en lo infinito?
¿Os une acaso algún común deseo?
Como tu haz nos llega, dulce estrella,
dulce y terrible,
¿no nos llega de tu alma el soplo acaso,
Aldebarán?
Aldebarán, Aldebarán ardiente,
el pecho del espacio,
di, ¿no es regazo vivo,
regazo palpitante de misterio?
¡Tú sigues a las Pléyades
siglos de siglos,
Aldebarán,
y siempre el mismo trecho te mantienen!
Estos mismos lucientes jeroglíficos
que la mano de Dios trazó en el cielo
vio el primer hombre,
y siempre indescifrables,
ruedan en torno a nuestra pobre tierra.
Su fijidez que salva
el cambiar de los siglos agorero
es nuestro lazo de quietud, cadena
de permanencia augusta;
símbolo del anhelo permanente
de la sed de verdad nunca saciado
nos son esas figuras que no cambian,
Aldebarán.
De vosotros, celestes jeroglíficos,
en que el enigma universal se encierra,
cuelgan por siglos
los sueños seculares;
de vosotros descienden las leyendas
brumosas, estelares,
que cual ocultas hebras
al hombre cavernario nos enlazan.
Él, en la noche de tormenta y hambre,
te vio, rubí impasible,
Aldebarán,
y loco, alguna vez, con su ojo en sangre,
te vio al morir,
sangriento ojo del cielo,
ojo de Dios,
¡Aldebarán!
¿Y cuando tú te mueras?
¿Cuando tu luz al cabo
se derrita una vez en las tinieblas?
¿Cuando frío y oscuro
el espacio sudario
ruedes sin fin y para fin ninguno?
Este techo nocturno de la tierra
bordado con enigmas,
esta estrellada tela
de nuestra pobre tienda de campaña,
¿es la misma que un día vio este polvo
que hoy huellan nuestras plantas
cuando en humanas frentes
fraguó vivientes ojos?
¡Hoy se alza en remolino
cuando el aire lo azota
y ayer fue pechos respirando vida!
Y ese polvo de estrellas,
ese arenal redondo
sobre que rueda el mar de las tinieblas,
¿no fue también un cuerpo soberano,
sede no fue de un alma,
Aldebarán?
¿No lo es aún hoy, Aldebarán ardiente?
¿No eres acaso, estrella misteriosa,
gota de sangre viva
en las venas de Dios?
¿No es su cuerpo el espacio tenebroso?
Y cuando tú te mueras,
¿qué hará de ti ese cuerpo?
¿A dónde Dios, por su salud luchando,
te habrá de segregar, estrella muerta,
Aldebarán?
¿A qué tremendo muladar de mundos?

………………………

¡Sobre mi tumba, Aldebarán, derrama
tu luz de sangre,
y si un día volvemos a la Tierra,
te encuentre inmoble, Aldebarán, callando
del eterno misterio de palabra!
¡Si la verdad Suprema nos ciñese
volveríamos todos a la nada!
De eternidad es tu silencio prenda.
¡Aldebarán!
Pobre Miguel, tus hijos de silencio,
aquellos en que diste tus entrañas
van en silencio y solos
pasando por delante de las casas,
mas sin entrar en ellas,
pues los miran pasar como si fuesen
mendigos que molestan, no los llaman;
y aquellos adoptivos, de bullanga,
sin padre conocido,
aquellos que arrancados a la masa
les prestaste tu nombre,
éstos son con aplauso y algazara
recibidos; son éstos
los que tu nombre llevan, traen y exaltan.
¡Como ha de ser!... Son suyos,
de los que así los miman, de su raza,
en ellos reconocen algo propio,
los engendraron ellos mismos. Nada
debe, pues, extrañarte, los festejen;
son sus padres. Aguarda
para tus propios hijos mejor tiempo,
déjalos al mañana.
Las ideas expósitas hoy triunfan,
ellas llevan tu fama;
obra de caridad fue darles nombre,
¡buen provecho les haga!
Pero tus pobres hijos de silencio,
los propios de tu alma,
los de limpio linaje y noble alcurnia,
los que eran tu esperanza,
¡ay, Miguel!, mírales que van perdidos,
¿qué será que les falta?
Pero no, déjalos; cuando los otros,
los expósitos, vuelvan a la masa,
los tuyos surgirán limpios y enteros,
¡ellos solos, se bastan!

……………………………

Cuando después que entrego al público un escrito
de esos que al punto con deleite traga
por haberlo sacado del puchero
que guarda su bazofia cotidiana,
viene un amigo el parabién a darme,
me esfuerzo por ponerle buena cara
-¿es que voy a pegarle,
si acaso su intención es muy honrada?
¡Oh, la amistad, nuestro mayor consuelo!-
le doy, ¡claro!, las gracias
y me quedo pensando:
hay que aceptar la vida… ¡a lo que caiga!



MIGUEL DE UNAMUNO

Música :  Samuel Barber

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