SIN ESPERA
Ni siquiera el ánfora sofocó tus duendes
de retazos,
ni el cuarto espejado se veló con el silencio.
La sinfonía creyó ser ausencia de otros tiempos
y el tiempo,
fue un lacayo soberbio del vocablo.
Nada percibí hasta que tu pluma sangró,
y sangró en aquel libro,
con versos de labios somnolientos.
Y fui química en tus betas de arrayanes
para acentuarme en los ramales con el grito.
Me abreviaste a tu cintura de bengala
cuando la luna de aluminio se lucía,
y si fui mujer y hiedra, no lo supe
porque precoz,
-sin anunciarse-
cayó a mi lado tu espíritu de árbol.
No esperé que se ahuyentaran
los soles cabriolados,
y te ligué a mi vientre de aventura.
El corazón se agitó, surgente púrpura,
como guarida indecente de sultanes.
Alud, la cosecha por parir…
y fuiste agosto,
en mi estuario de níquel escarlata
Hilda Roccia
Música de Astor Piazzola
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